Una palabra bastará
“And a softness came from the starlight and filled me full to the bone.”
W. B. Yeats, The Wanderings of Oisin
En el Evangelio de hoy, el centurión le pide a Jesús que sane a uno de sus servidores. Jesús se ofrece a ir a su casa, pero, en un acto enorme de humildad, el centurión dice: “No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarlo”.
En la serie The Chosen, esta es una de las escenas que más me conmovió. El extranjero que, casi sin conocer a Jesús, le entrega todo: su dignidad, su fe, su confianza. Entonces Jesús proclama que no encontró en Israel a una persona con esa fe. Una vez más, la figura del extranjero, del otro, cobra un profundo significado.
¿Cómo es mi diálogo con el otro, con lo diverso? ¿Con quien no piensa como yo, no cree como yo, no actúa como yo? Particularmente, siento que esta es una de las mayores enseñanzas de la vida: aprender a convivir y respetar la diversidad y, a la vez, ser fiel a mí misma.
Si estoy esperando en la fila del supermercado y alguien se mete delante mío, se está comportando de una manera que yo no tendría. ¿Qué hago? ¿La reprendo? ¿Me peleo? ¿Hago un comentario irónico en voz alta? ¿Me quedo callada? ¿Y algo de eso hará que cambie, que se dé cuenta de que “eso no se hace”?
¿Cómo convivo con lo diverso, sobre todo cuando lo diverso me molesta, me interpela?
Y ni qué hablar cuando lo diverso lastima, sea a mí o a alguien que amo. Es tan fácil caer en el viejo y conocido “ojo por ojo, diente por diente”.
Jesús, sin embargo, viene a abolir esta lógica que por tanto tiempo fue (y sigue siendo) un lugar común para parte de nuestra mentalidad.
“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”, parece haber dicho Gandhi.
Hoy se habla mucho de los límites sanos. Me pregunto, entonces, cómo hacer coincidir esos límites con una entrega que no tiene sed de venganza. No tengo una respuesta. Es difícil amar lo distinto, tener sed de justicia y, a la vez, respetar mis propios límites. La entrega del centurión, en este caso, y la de Jesús en general, es tan total que a veces me da vértigo solo de pensarlo, y me siento tan pequeñita…
La suavidad de la mirada que viene de esa estrella de Belén sobre la que escribía ayer me recuerda esta partecita del poema de Yeats: “and a softness came from the starlight and it filled full to the bone”.
Si pudiera convertirla en oración, diría que “no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya —una mirada tuya— me llenaría hasta los huesos, salvándome”.
La canción de hoy: El Invento, de José González
Con cariño,
Ayelén
