Alegría del corazón

La alegría a veces se siente como algo pequeño y calentito, algo para tener entre las manos formando un nido hasta que se anime a cobrar  vuelo. 

Otras veces se siente como algo imposible: recuperarla, sostenerla, encontrarla se vuelven tareas épicas e incluso cansadoras. Sin ganas, muchas veces caigo en la tentación de retirarme de la búsqueda y dar la misión por perdida.

En otras ocasiones, muchas veces después del cansancio, la alegría me encuentra cuando me rindo. En ese espacio de entrega, aparece como lucecitas tintineantes en medio de la oscuridad. 

Sin embargo, hoy quisiera hablar sobre la Alegría: esa que se siente como estar cabalgando en medio de un campo lleno de flores silvestres. Una Alegría que tiene que ver mucho con la libertad: la Alegría del corazón.

No podría describirla ni como un sentimiento ni como una emoción. Tampoco es un pensamiento, o algo que se gana o se pierde. Es un estado del alma. En el peregrinaje de la vida nos vamos dando cuenta que no es algo que solamente se busca o que solamente nos encuentra, sino un baile entre buscar y ser encontrados. Por eso me gusta la metáfora de estar cabalgando: tenemos en nuestras manos las riendas, pero también hay algo que nos excede. Cuando el caballo comienza a galopar, por un micro segundo pensamos que vamos a perder el control, y de hecho eso puede pasar. Toca, entonces, confiar. Animarse a bailar entre estas dos polaridades, hasta encontrar el centro: es desde ahí que el jinete puede encontrar la posición para que el cabalgar sea una colaboración. 

Porque la Alegría, para mí, es colaboración con la Vida. Y el don de ser alegre y buscar y encontrar y dejarse encontrar por la Alegría, un acto rebelde frente a la apatía y el desdén de hoy en día. 

La invitación a ser alegres causa vértigo: nos enfrenta a nuestras inseguridades y a nuestras resistencias y, muchas veces, incluso se siente lejana. Pero el Adviento nos recuerda que la Alegría no es pasiva, pero tampoco es conquistada. Solo se aprende a reconocerla mientras caminamos.

Una Alegría posible, real, ofrecida como regalo. Ojalá nos animemos a recibirla con las manos abiertas y a dejar que, a través nuestro, también alcance a los demás.

Para profundizar en este tema, comparto la exhortación del Papa Francisco, Gaudete et Excultate

Con cariño, amor y alegría,

Ayelén

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