Escribir cartas de amor
Mi mamá sabe escribir con las dos manos. Siendo diestra, aprendió a escribir con la mano izquierda cuando se quebró la derecha. No fue una cuestión de practicidad, sino de amor. La correspondencia con mi papá no podía esperar, y entonces desarrolló su propio método para aprender a escribir -aunque fuera de manera desdibujada- sus cartas de amor. Están todavía guardadas en cajas, como demostración de que antes del mensaje de texto e incluso mucho antes que WhatsApp, existía una manera de comunicar más lenta, un gesto que incluía el cuerpo y mucho del corazón.
También están aún las cartas y telegramas que se escribían mis abuelos, calmando la impaciencia de quien espera volver a verse. Existen también algunas cartas en mi familia que cruzaron en barco, cruzaron océanos para compartir noticias sobre guerras y algún que otro nacimiento.
Cuando voy a los mercados de antigüedades, encuentro siempre postales que los viajeros se mandaban: casi todos los mensajes son concretos. "Un día soleado en España, espero que tengan lindas fiestas". Para mí, son como pequeños poemas encriptados. Encriptados en un tiempo que parece estar desvaneciéndose. ¿Quién escribe aún cartas de amor?
Para mí, hacerlo es un gesto no solo de amor sino también una declaración de presencia: acá estoy, desde acá observo y cuento lo que veo. Es tomarse el tiempo para estar.
Desde "The Nap Ministry", un movimiento que promueve el descanso como algo vital y fundamental en esta sociedad, dicen que nuestro problema hoy es que tenemos demasiada información, y poca sabiduría del cuerpo. Estamos siendo bombardeados por encuentros online, PDF, newsletters, correos electrónicos, herramientas para todo, pero no dejamos el tiempo necesario para que toda esa energía se decante, pueda pasar por el cuerpo.
Creo entonces que con las cartas escritas a mano pasa un poco eso: ya el hecho de tocar el papel nos devuelve al cuerpo. Las manos no pueden ir tan veloces como en un teclado, por lo que incluso los pensamientos necesitan hacer fila y ordenarse. Pareciera casi como que queda lo esencial. Y hacerlo se vuelve un acto revolucionario.
Y vale cuenta incluso para cartas que jamás serán leídas: me gusta pensar que mi práctica de escritura de todos los días es una práctica de escribir cartas de amor. A veces a las personas, a veces a la vida.
Vi a una chica el otro día decir "antes de guardarte eso que te compraste para después, acordate dónde quedó el set de papeles perfumados para escribir cartas que tenías cuando eras pequeña". Entiendo que el mensaje detrás es sobre no dejar para después algo que, casi inevitablemente, tarde o temprano queda en el olvido. Pero lo dirijo hacia otro lado: si todavía quedan guardados esos papeles, es porque, a los 5, 9 o 12 años, te importaban. Y si te importaba un pedazo de papel con olor a algo, era porque incluso de pequeña ya conocías el poder maravilloso de poner palabras sobre papel, de escribir. Y ese papel específico, seguramente, lo querías guardar para una ocasión especial. O para alguien especial.
Me acuerdo la primera vez que leí a Jane Austen: imaginarme en esa época, escribiendo cartas, historias, esperando saber las noticias que tardaban días, incluso meses en llegar. Hay algo quizás romántico, o hasta utópico, que es que cuando me siento a escribir (aunque sea un posteo de Instagram), me gusta crear un pequeño ritual e imaginarme que del otro lado, alguien también lo va a estar leyendo con una taza de café o un mate recién hecho, con el cuerpo y el alma dispuestos.
Volver a escribir cartas a mano es para mi un gesto de amor, pero también una declaración de presencia: "acá estoy, acá me quedo - y desde este lugar, te cuento lo que veo". Una manera de acortar distancias, no solo entre personas, sino entre el mundo externo y el interno, entre la mente que a veces va demasiado rápido y el corazón -- al que le encanta escribir y recibir cartas de amor.
Te cuento con mucha alegría que mis Cartas Silvestres (que envío con cada cambio de estación) cumplen 3 años en marzo. Para festejar, tengo preparada una sorpresa (en papel). Si ya estás subscripto/a, te va a llegar un correo en los próximos días con la propuesta. Si aún no estás subscripto/a, podés hacerlo clickeando aquí.
Con cariño,
Ayelen