La espera
Es fácil dudar en la espera. Una noche de luna nueva. No hay luz que indique el camino, ni señal de que estemos cerca. ¿Cerca de qué? ¿Hacia dónde queremos llegar? ¿De qué nos queremos escapar? Hay algo inevitable: el presente. A veces lo padecemos, a veces lo vivimos. ¿De qué depende?
La vida es, a grandes razgos, una espera. ¿Pero, cómo podemos habitarla? ¿Cómo podemos vivir plenamente, sin querer estar siempre en otro momento o lugar?
¿Cómo, al fin de cuentas, cultivar la confianza? Creo que esa es la palabra clave: confiar. Y tiene mucho que ver con la fe.
¿De qué manera hoy puedo cultivar mi fe? ¿Qué la enciende? ¿Qué la mantiene encendida? ¿Con qué le doy de comer? Nutrir la fe es un acto cotidiano. Leer un poema, salir a caminar, charlar con una amiga, rezar. Pasar momentos en silencio, otros compartiendo. Hacer una torta y regalársela al vecino. El entendimiento de una espera que se vuelve tiempo presente viviéndola con fe. Y amor, que aunque parezca una obviedad, es el lugar al que anhelamos llegar y —al mismo tiempo— pan cotidiano, si sabemos amasar.
Una canción para acompañar: Quien pudiera, Abel Pintos
