Un yugo suave

Este día del Adviento coincide con la siguiente lectura:

En aquel tiempo, Jesús dijo: "Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera". (Mateo 11, 28-30)

Jesús, una vez más, se presenta ante el necesitado: fatigados y agobiados, cada uno por diversas cargas, mucha veces buscamos consuelo y alivio en el afuera. El vengan a mí todos me recuerda, una vez más (qué presente estás, Francisco) a la invitación de la Iglesia para todos, todos, todos

Me hizo reir el otro día un video en IG de un chico que decía: "es que no puedo dejar de hablar de Jesús, porque para cada cosa que me contás, para cada problema que tenés, cada duda que te aqueja, Él es la respuesta".

Por años me sentí alejada de mi fe y me preguntaba cómo poder conocer mejor la Voluntad de Dios en mi vida. Me preguntaba cómo poder sentirme más cerca de Jesús, más cerca de su modo de ser. Todo intento parecía infértil. Escuchaba solo silencio.

Cada uno tiene sus propios Advientos internos, donde la estrella de Belén marca la espera. No es un tiempo inútil, solo que en medio de la noche es difícil reconocer el camino, sentirse escuchado. En mi caso, parte de mi fatiga fue querer intentar entender la experiencia. Cuando me abrí a la vivencia, de a poquito y con paciencia, la escucha fue brotando. 

Recuerdo volver a leer estas palabras porque mi yugo es suave y mi carga, ligera. Recuerdo haber respirado profundo frente a tan hermosa invitación: ser manso y humilde de corazón. Entre tanta invitación a ser más y mejor, qué mejor manera -en este Adviento- de disponer el corazón. 

Anterior
Anterior

Mirtos y olivos

Siguiente
Siguiente

Sobre lo compartido